viernes, 30 de marzo de 2012

Rahola


David GISTAU
A la secesionista Pilar Rahola la han abucheado en la Feria del Libro de Madrid. La circunstancia plantea una duda, pues resulta difícil discernir si la protesta se debió a criterios literarios, según los cuales la Rahola no pinta nada en la Feria, o a criterios políticos, según los cuales la Rahola no pinta nada en Madrid. Antes de teñirse el pelo muy progre para bufonear en tertulias televisivas, la Rahola, inmersa entonces en una militancia de axilas sin depilar, coreaba una de las canciones campamentales del independentismo catalán: «Madrid se quema». En ella, se expresa el deseo de que la capital, metáfora mesetaria del españolismo, sea pasto de las llamas con todos sus vecinos dentro. Si se está en eso, aunque sea con una sonrisa de tertuliana como coartada lúdica, lo normal es que Madrid te reciba con una banda que no es la de música, precisamente. Además, como quiera que a la Rahola la acosaron cuando firmaba libros, lo suyo ha quedado como un ejemplo de intransigencia cultural. Es para partirse de risa que ahora pueda erigirse en mártir de la cultura una mujer que se encuentra una Ñ en la cocina y le echa insecticida, que es cómplice de esa agresión que en Cataluña sufren la lengua castellana y la cultura española y que está formando generaciones completas de españoles demediados, enajenados de su identidad completa.

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